Del pensamiento a la acción directiva

Del pensamiento a la acción directiva

En los próximos diez años la dirección de empresas cambiará más que en los últimos cincuenta.

Si los años ochenta del siglo pasado fueron el decenio de la calidad y los noventa de la reingeniería de procesos, la primera decena de los 2000 estuvo asociada al exponencial aumento en la transmisión de datos y su velocidad así como a la globalización e internet, proyectándose la década hasta los 2020 con el gran avance del big-data, la inteligencia artificial y el almacenamiento en la nube con interconexión real.

Cambiará con rapidez la gestión de las empresas, en consonancia con la velocidad con que se desarrollan las transacciones y del cómo del acceso a la información cambiará tanto la forma de consumo -el estilo de vida de los consumidores-, como las expectativas empresariales. Y cuando el volumen de datos y el aumento de la velocidad sean suficientes, se transformará también la propia naturaleza de la empresa.

Estos cambios se producirán debido a un simple factor: el flujo de información digital y su crecimiento en comunicación y almacenamiento.

Obviamente, en tiempos de turbulencia, la primera tarea del directivo es asegurar la capacidad de supervivencia de la empresa, consolidar sus fortalezas estructurales para adaptarse a cambios rápidos, aprovecharse de las nuevas oportunidades y sobrevivir ante un golpe en la gestión. Aún cuando la turbulencia es irregular, no lineal, y por tanto errática, sus causas pueden ser analizadas, predecibles y por ello gestionadas con anticipación.

Conectividad

Lo que la dirección puede gestionar es la más importante nueva realidad bastante subyacente de la turbulencia del entorno: el cambio, consecuencia de la tecnología, la globalización y la demografía.

Si bien la tecnología digital pone los medios para obtener información, compartirla, decidir y actuar y comprobar las consecuencias, expresando en forma digital todo tipo de información, ya sea texto, datos, gráficos, voz, sonido e imágenes en vídeo, la experiencia de los que dirigen y deciden es imprescindible y tiene que basarse en criterios que fundamenten las decisiones y les permita actuar de forma disruptiva cuando se requiera, evitando acomodarse de forma paralizante ante la incertidumbre.

La conectividad cobra un significado más amplio que simplemente poner en relación a personas. La Red crea un nuevo espacio que simplemente poner en relación a personas. La Red crea un nuevo espacio universal  de información compartida, asumiendo lo inmediato y espontáneo de lo presencial (Skype es un ejemplo), combinando la amplitud inherente a la comunicación documental, y añadiendo la capacidad con profundidad para hallar y ampliar información y unificando criterio en personas agrupadas con intereses comunes que se benefician de la capacidad mental del conjunto de sus componentes. Pero también requiere compartir conocimiento y criterio.

Emergen nuevas formas para que lo físico y lo lógico compartan las comunicaciones, alterando no solamente los procesos, la forma de trabajo, el estilo de vida y por supuesto el estilo de dirección, que necesitará adaptarse a la nueva realidad digital.

Los avances tecnológicos han posibilitado el cambio no sólo en los procesos de producción, en los sistemas comerciales o en el sistema de administración, sino esencialmente en el proceso de dirección, dando respuesta a las necesidades que el factor tiempo ha introducido en la gestión.Y aún cuando el impacto de las nuevas tecnologías de la información sobre la economía todavía no puede ser evaluado, nos permite asegurar que estamos en el inicio de una nueva era. Un tiempo con mayor repercusión que la provocada por la Revolución Industrial del siglo XVIII.

Muchos observadores consideran que si los avances en nuevas tecnologías de información contribuyeron a conseguir sanas expectativas económicas serán imprescindibles en el próximo futuro para superar el gran desequilibrio en las economías mundiales y las consecuencias de la globalización.

Esta dinámica orientada a la acción exige un enfoque estratégico basado en la disposición con oportunidad de información de las operaciones realizadas, desde cuyo conocimiento se pueda proyectar un programa de actuaciones con un criterio compartido y aceptado y dado que muchos de los cambios están siendo tan rápidos que dejan sin referencia a quienes participan en el proceso, obliga a acudir a pensadores que con anticipación dan criterio y contenido desde diferentes puntos de vista a principios y valores.

Proporcionando la medida de su eficacia en función de la rapidez con que se detecta una dificultad y se reacciona ante ella, Jack Welch, presidente de GE, considera ventaja competitiva definitiva la capacidad de la organización para aprender y para traducir rápidamente lo aprendido en acción, con una DIRECCIÓN orientada a la acción.

El peso ahora reside en la comunicación, así como en la eficaz gestión del conocimiento. Para dar respuesta a estas necesidades será preciso potenciar el conocimiento. En especial, seguir a aquellos que lo tienen y que con éxito han profundizado en el estudio del Management, la dirección empresarial. […]

A todos ellos les une un objetivo básico: ayudar al directivo a potenciar al máximo sus habilidades directivas y las de su equipo, eliminando toda estructura burocrática, mejorando la posición competitiva y a convertirle en el coordinador del conocimiento para gestionar adecuadamente su empresa en un entorno de turbulencias que hoy producen los cambios tecnológicos, democráticos, demográficos y sociales.

Al aumentar sus competencias en la gestión de los conocimientos ayudará a implantar con éxito nuevos SISTEMAS DE DIRECCIÓN, dentro de una ESTRATEGIA COMPETITIVA definida con criterios, principios y valores para conseguir objetivos con plazos definidos no solo en la empresa y sus participes, sino con aportación a la sociedad en su conjunto en un entorno de SOSTENIBILIDAD que después de su lectura decidan implantar en sus respectivas organizaciones.


Extracto del prólogo de «Los imprenscindibles de management» por D. Manuel Gago, presidente de NEO y vicepresidente de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE).